La mañana es triste, nublada, fría,
desangelada.
Fulanito pasea junto al Instituto Agustobriga
pensativo, ausente, en su mundo. Tiene 81 años, una larga y dura vida de
trabajo, penalidades y malvivir en esa finca en el culo del mundo, al cuidado
del ganado del señorito. Solo, “abandonado”
durante meses en ese recóndito lugar, sin nadie que le visitara, sin ninguna
comunicación con la “civilización”.

A eso de las once, se sienta en un banco
junto al poblao; le gusta irse siempre allí porque le agrada ver tanta
chavalería, siente algo especial al ver tanta gente junta, riendo, conversando,
jugando, disfrutando.
Fulanito tiene suerte, puede moverse con
independencia, sale y entra de la residencia cuando quiere, y aunque no tiene a
nadie, de momento no lo necesita.
Menganito tiene 79 años, desde que tenia
10 tuvo que echarse a los caminos para ayudar a su familia, la posguerra era
muy dura, había que alimentar muchas bocas en esa casa y había que echar una
mano a padre que pa eso es el hermano mayor. A Menganito le costó aprender a
leer, escribir y hacerse sus cuentas, la escuela le duró poco, y la mejor
escuela como decía su padre es la vida.
Menganito no ha tenido la suerte de
Fulanito en lo que respecta a la salud, el cuerpo se le ha deteriorao
prematuramente y le está poniendo al limite de sus posibilidades.
Pero Menganito no está solo, tiene a su
familia, tiene a sus hijos, a su muhe, y no le van a fallar, van a estar ahí
hasta el final, porque tampoco él les falló cuando tuvo que tirar del carro,
cuando puso su vida, su tiempo, su trabajo, su entrega a disposición de su
familia, pa que no les faltara de na.
Por eso Menganito está tranquilo,
apacible, y aunque tenga algún sobresalto de vez en cuando, producto de su
deterioro cognitivo, enseguida es consciente de que esa mano que le agarra, esa
caricia que recibe, ese beso que le dan, es cariño, es amor, es confianza….

Y aunque no tuvieron tiempo pa conectarse
al tuenti, o crearse una cuenta Facebook, o estar pendiente del skype; y aunque
no se pillaron ningún berrinche porque la batería del móvil se acaba y no podía
whatsappear con el amigo que tenían sentado al lado; y aunque no les vagaba ser
niñatos caprichosos, malcriados, maleducados y consentidos, estuvieron a la
altura, y dieron la cara, y superaron con creces lo que se les pedía…………….y
seguían siendo niños.
………….. cuanto tenemos que aprender de
nuestros mayores.
“La adversidad nos desafía: o saca lo mejor de
nosotros o nos quiebra.
Cuando en la vida se presenta la adversidad es cuando cosechas lo
que has invertido antes: humildad, disciplina, esfuerzo, entrega.”
Salud
1 comentario:
Hola Carlos, si que me acordaba de ti, de lo que no me acordaba era de las mil pesetas. Te dejo mi correo y mi facebook para seguir en contacto.
Lorenzo Lobosanfrutos
pubsanfrutos@hotmail.com
Un saludo.
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